Se despierta con una picazón en el cuello. A medida que se despereza ella se despierta a su lado. La oye pero no la ve y solo está a pocos centímetros. La cama está llena de cojines y hace imposible el contacto. Ella le pregunta como ha dormido. Él se sorprende al decirle bien. Hace días que no despierta varias veces y ella siempre ha estado a su lado para ayudarle. Las tres costillas que se ha roto lo hacen mas inútil de lo que es. Pero... (siempre hay un pero con él) me pica el cuello. Bastante, matiza. Y ella entonces sale de la cama, va al otro lado para mirarle el cuello y encontrar una erupción rojiza.
- Quizás es el relajante muscular que tomaste ayer, aunque lo mas probable sea que hayas sudado y este cojín tan malo te haya echo reacción. No creo que sea nada.
Y él confía en ella y puede que tenga razón, pero (siempre lo hay) no puede dejar de pensar que ayer le obligó a ponerse un pantalón de chandal y seguramente ese sea el detonante de la erupción.
Soy el hombre de las mil erupciones cutáneas y tengo un largo historial que me avalan por eso a pesar de la ironía entiendo muy bien a tu personaje.
ResponderEliminarSalud
¡Dios, creo que todavía me rasco si pienso en el chandal!
EliminarSin dudas ha de haber sido eso.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Sin lugar a dudas. Por si acaso ni el cojín ni el chandal.
Eliminarque bien me hacesonreir cuando el tiempo es malo
ResponderEliminarun abrazo desde la arena en la playa
Un gustazo volver a verla por este blog.
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