Y las dos empezaron a hablar como si no estuviésemos presentes.
- Al mío le encanta el salmorejo pero odia el gazpacho.
- ¡Como yo! Pero es que el mío es al revés. Le encanta el gazpacho y odia el salmorejo.
Y ríen de las coincidencias que llevan unos minutos comentando de nosotros. Y nos despedimos en el rellano del piso entrando los dos con las bolsas de la compra. Y estoy convencido de que aunque ya nos pilló dentro del piso, en la cocina, recogiendo la compra mientras ellas se besaban los dos pensamos lo mismo cuando bromearon al decir:
- Un día vamos a tener que cambiárnoslos.
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