- Mátame. – Le pide.
Ya no recuerda cuantas veces lo ha escuchado. Pero de nuevo su esposa es consciente de que la vida no está con ella. Que no quiere seguir sin reconocer a sus hijos, que no quiere comer sin necesidad de que alguien le recuerde que debe hacerlo, que no quiere vivir. Lo mira suplicante y entonces él accede. La coge de las manos y cierra los ojos.
- ¿Cómo se atreve? – Le dice ella seria, mientras le retira la mano.
Y entonces se da cuenta que ya no está con él. Que vuelve a verlo como un desconocido. Antes de acurrucarse en el sillón y mirarlo con desconfianza. Se levanta y a duras penas consigue asearla. La viste con el traje que llevó en la boda de su hijo pequeño. El que tanto se parece a él y ella suele regañarle como si fuese un pequeño en vez del ingeniero que vive en Orense. Ese que tiene tan poco tiempo.
Tantas pastillas en el botiquín. Tantas que por fin, por una vez, van a servir para algo. Brinda con ella con una copa de vino mientras va tragando dos pastillas cada vez. Ella no recuerda porque brindan y empieza a tener sueño. Otro brindis, otra tanda.
- A su salud- Le dice ella. – Es usted muy simpático.
El sueño le vence pero aún quedan pastillas, y él le pide que se las tome. Ella accede.
- La última papa. Ya no quiero mas. – Le pide.
Y entonces, con una lagrima resbalando por sus mejillas, le dice que si, que es la última. Que puede dormir tranquila. Ella se recuesta. Él la acomoda y le deja el vestido arreglado. Sale de la habitación cerrando la puerta. Se sienta en el salón. Comienza a escribir. Rompe el papel. Retoma otro. Llora desconsolado. Cuando deja la carta encima de la mesa. A sus hijos, escribe en sobre.
Recuerda aquella cuerda de compró uno de su hijos para hacer montañismo y va a buscarla. De algo va a servirle aquellos años en el cuartel de El Ferrol. El nudo le sale perfecto. Lo deja colocado junto a una silla. Antes vuelve a la habitación y la besa. Ella no le responde.
Tú lo has dicho y yo lo repito, asco de mundo, cuando la única solución es despedirse sin decir adiós...
ResponderEliminarSobrecogedor relato.
Saludos.
Gracia, a mi ya me impresiono la noticia.
Eliminarvaya tela...
ResponderEliminaryo quiero morirme antes, de un chungo rápido....
triste, muy triste
Tú, y yo, y ese, y aquel. Hace poco alguien hablaba de un tipo que estaba con los amigos comiendo en el campo, disfrutando, riendo... fue a dormir la siesta, una cabezadita de estas con media torta para recuperar y seguir, y no volvió. Esa muerte también me la pido yo. Para los amigos sería una putada pero caer así... ¡Un gustazo!
EliminarBuena narrativa, pero para quedarme helado prefiero más una movida de esas tuyas de sexo sin amor o amores de lavabo público. Estas te dejan frío.
ResponderEliminarPero escribes de lujo!!
Voy a tener que ponerme las pilas con ese tema. Últimamente mi promiscuidad está en un cajón y solo sale en sesiones de cama. La tengo relegada en el blog. Y me jo de por qué es una manera de censurarme que no me gusta.
Eliminarputa vida
ResponderEliminarPues si. MPili, te prodigas poco. A ver si retomamos el blog.
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