Acababa de pasar la cortadora por el jardín. La tierra y el césped podía mascarse entre los parterres.
- Ummhhh, este olor me encanta. ¡La hierba está para comérsela! - Le dije a Verónica.
- Ahora después te voy a decir yo la hierba que te vas a comer.- Me replicó mientras me apretaba el culo con su pequeña mano.
Me sobresalté. No esperaba esa respuesta de Verónica. Y mucho menos después de estar llamándola durante tres días sin noticias suyas. El jueves anterior con varios whiskys y algún ron por ayudantes por fin había conseguido meterme en su cama. Ni una hora estuve en su habitación antes de que me pidiese que me fuera. Un fin de semana en su pueblo con su novio y algunas de esas amigas que me había presentado con idea de tirarle los trastos a alguna debían haberla dejado de nuevo con su mentalidad de monja ursulina pero no. Verónica venía con ganas de descubrir mas cosas. El jueves había conocido mucho mas que la postura del misionero y las pajas a su novio y llegaba a Córdoba con ganas de aprender.
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muy monja no veo yo a verónica.... y aprender siempre es excitante......
ResponderEliminarComo me decían de joven: "La mierda de gato es una porquería hasta que la pruebas, después no puedes dejar pasarla".
EliminarPodemos hablar pestes de algo pero si somos lo suficientemente coherentes para probarlo y tenemos la suerte de que nos guste... ¡Puede ser la hostia!
Luego está que sepamos reconocerlo o que digamos que, ahora con mas motivo que lo hemos probado, siga siendo la porquería mas grande.
¡Genial Bubo!
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