23/5/13

Veo veo

Su madre le había prometido un viaje cuando saliese del hospital. La sorprendió recogiéndola de clase y llevándola a la estación. Ni su padre, ni la abuela la habían sacado del pueblo en los meses que llevaba allí.

El autobús le parecía enorme, y lo fue corriendo, como cuando era pequeña, para sentarse al final. Las dos juntas. Desde la última ventana observaban el paisaje. Volvían a jugar a veoveo. Contaban los animales que aparecían e iban de un asiento a otro para no perderse nada del trayecto.

Su madre miraba el reloj constantemente y se lamentaba de tantas paradas. Al llegar a la última miró desde la ventana y retrasó la salida cediendo el paso a todos los viajeros.
La policía la esperaba en la puerta del autobús. Le pidió su nombre. Su hija, mirando a su madre le soltó la mano mientras se dirigía a uno de ellos.

- ¿Ha vuelto a escaparse? ¿no?
Con la respuesta del agente la hija volvió al lado de su madre y cogiendo de nuevo su mano le susurró:
- Debes volver al hospital. Cuándo salgas haremos el viaje. ¿Vale?
- Si, te lo prometo. – dijo con convicción mientras se dejaba llevar.

Las dos se despidieron con lágrimas en los ojos mientras acompañaban a los policías en distintos coches.

9 comentarios:

  1. ay.... q no sería de las promesas maternales!!
    pero no se puede decir que no lo ha intentado, xq hay otras que prometen y no cumplen xq no les del pepe....

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    1. Las promesas maternales son una mierda. O acaso me vas a decir que no prometes el oro y el moro a los peques de vez en cuando y luego lo saltas a la torera.

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    2. pues sabes una cosa... por eso mismo no suelo hacer promesas que no pueda cumplir, prefiero decir directamente NO!!

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  2. Jo, éste en cambio ha sido triste :(

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  3. Casi siempre la realidad supera a la ficción...menos mal que es un relato ,que me han entrado unas ganas de coger un vinillo que no veas "pa animarme" UFF

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    1. El vino es un elemento imprescindible en la dieta del ser humano. Y ahora en feria más. ya tardas.

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  4. Dios, Bubo... La imagino, con harapos y zapatillas de casa, besando a su hija, echándola de menos, impaciente por volver a sentirse madre... y tras los policías, la furgoneta sucia y roída del Centro Psiquiátrico. Al volante, un joven fuerte, acostumbrado a la pelea con los la gente llama locos, mirando con el corazón roto... deseando otra escapa.

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    1. Pues yo no tengo que imaginar tanto, quizá el viaje, el veoveo, pero es curioso que escenas como estas pasan a nuestro lado y no nos damos cuenta. En la Estación, alquna que otra vez se ha visto.

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