Volví al cementerio para recordar el dolor.
Calle de San Eulogio, cuarta fila, nicho E.
Allí solo había una lápida blanca enyeseda. Ningún nombre, ninguna inicial. Nada. Muy pocas quedaban así.
Cuando queremos olvidar lo hacemos a conciencia.
Ya no quedaba dolor.
Casi... ni recuerdos.
Yo juraría que el dolor de la ausencia no se olvida, a pesar de no pisar el camposanto. Se hace más leve ...como simple autodefensa.
ResponderEliminarIncluso para los que ni aparecen el 1 de noviembre.
No está el anhelo en una losa blanca con angelitos, flores, ni marmoles.
ResponderEliminarEl dolor se atenúa con el tiempo, pero la ausencia no calma lo que de verdad se añora.
Cuando me arrebatan a quien quiero, no voy a visitar una lápida en el cementerio.Hablo a diario y le echo mucho de menos, pero se que no está ahí, porque le llevo dentro.
Hablais de ausencia, pero ¿y si nunca lo has tenido? ¿Y si el dolor es por un sueño? ¿O por una esperanza? ¿O por un hijo que no has conocido? ¿Como puedes echar de menos lo que no has tenido? Solo podrías echar de menos el dolor por una perdida, pero esa perdida nunca ha llegado a ser tuya.
ResponderEliminarDe esa forma no tiene sentido sufrir por algo inexistente, no?
ResponderEliminarSi no me ha dañado no tengo que curarme.