Las cosas malas, si son malas de verdad, pasan el fin de semana.
Morirse un día laborable no tiene mérito. Si lo haces un lunes a las doce, con toda la funeraria descansada y los funcionarios desperezados en un santiamén eres pasto de los gusanos. Sin embargo como digas de morirte un viernes tarde o sábado por la mañana... ¡Eso si que es jodido!
(Y otras tonterías que se dicen cuando en un fin de semana se te jode media vida.)
A veces algo de lo que pasa por la vida se filtra en este blog. Otras veces es la fantasía la que se da una vuelta. El formato corto predomina pero siempre hay excepciones.
28/2/15
23/2/15
Angie.
Es difícil quitarle la ropa a una tía.
Pero más difícil es volvérsela a poner.
J.P. dixit.
Pero más difícil es volvérsela a poner.
J.P. dixit.
¡Que difícil era quitarle la blusa! Parecía un chaleco que acababa en unos flecos enormes que se cruzaban detrás de su espalda en un nudo gordiano. Imposible. Desesperante. Mientras, seguíamos besándonos en el sofá y nuestras lenguas empezaban a conocerse. Las manos frías arqueaban su espalda y entonces ella me correspondía, vengativa, con un bocado en el labio inferior.
Ese día llegó a hacerme sangre pero me licencié en nudos marineros.
Ese día descubrí que es difícil quitarle la ropa a una mujer pero mucho más difícil es hacer que volviese a vestirse.
17/2/15
Me estoy cansando de olvidarte.
Me estoy cansando de olvidarte
de borrar tu nombre en los libros,
en la cafetera, en las etiquetas del vino,
y en cada pétalo que dejaste
en la puta jardinera.
En los calcetines y en la memoria
de todos aquellos que te echan de menos.
Me estoy cansando de andar por Córdoba
y limar las esquinas donde grabamos el nombre.
De llevar lejía en los bolsillos para limpiar
las piedras de la muralla donde nos amamos.
De cegar a las esculturas y que dejen de preguntar
por ti.
Me estoy cansando de olvidarte.
Y voy a volver a ti.
A fundirme en tus brazos.
En tus labios. En tu piel.
Para no cansarme de olvidarte
una y otra vez.
Me estoy cansando de olvidarte.
Y voy a volver a ti.
Para que alimentes mi corazón
o lo vuelvas a romper.
Pero si lo vuelve a hacer...
esta vez.
¡Por favor!
Dinamitalo por completo.
de borrar tu nombre en los libros,
en la cafetera, en las etiquetas del vino,
y en cada pétalo que dejaste
en la puta jardinera.
En los calcetines y en la memoria
de todos aquellos que te echan de menos.
Me estoy cansando de andar por Córdoba
y limar las esquinas donde grabamos el nombre.
De llevar lejía en los bolsillos para limpiar
las piedras de la muralla donde nos amamos.
De cegar a las esculturas y que dejen de preguntar
por ti.
Me estoy cansando de olvidarte.
Y voy a volver a ti.
A fundirme en tus brazos.
En tus labios. En tu piel.
Para no cansarme de olvidarte
una y otra vez.
Me estoy cansando de olvidarte.
Y voy a volver a ti.
Para que alimentes mi corazón
o lo vuelvas a romper.
Pero si lo vuelve a hacer...
esta vez.
¡Por favor!
Dinamitalo por completo.
16/2/15
Principio de Incertidumbre.
Werner Heisenberg |
Heisenberg: Principio de Incertidumbre.
¿Girará el átomo a la izquirda?
¿A que velocidad?
Tenemos que admitir que el átomo va a su puta bola. Así que no queda otra que mirarlos y actuar después. Podemos prever una dirección, una velocidad, pero la decisión no es nuestra. Hay que admitir que el átomo es un ente propio. Que hace lo que le sale de la punta de la polla, o del mismísimo coño. Y todo ese follón lo tenemos con un solo átomo, que parece poca cosa.
Imagina lo difícil que puede ser cuando es un conjunto. Cuando pesa setenta kilos y mide metro ochenta. Cuando tiene familia, gustos distintos, cuando ni siquiera sabe lo que quiere.
12/2/15
Yo he visto las estrellas.
...
La hormiga, medio muerta,
dice muy tristemente
"Yo he visto las estrellas."
"¿Qué son las estrellas?", dicen
las hormigas inquietas.
Y el caracol pregunta
pensativo: "¿Estrellas?"
"Sí -repite la hormiga-,
he visto las estrellas,
subí al árbol más alto
que tiene la alameda
y vi miles de ojos
dentro de mis tinieblas".
El caracol pregunta:
"¿Pero qué son las estrellas?"
"Son luces que llevamos
sobre nuestra cabeza".
"Nosotras no las vemos",
las hormigas comentan.
Y el caracol: "Mi vista
sólo alcanza a las hierbas."
Las hormigas exclaman
moviendo sus antenas:
"Te mataremos; eres
perezosa y perversa.
El trabajo es tu ley."
"Yo he visto a las estrellas",
dice la hormiga herida.
Y el caracol sentencia:
"Dejadla que se vaya.
seguid vuestras faenas.
Es fácil que muy pronto
ya rendida se muera".
De Los encuentros de un caracol aventurero.
Federico García Lorca.
(Y aunque queremos ser esa hormiga que se escapa y ve cosas maravillosas, a veces no pasamos de ser unos simples caracoles que ni miran, ni quieren mirar mas allá.)
9/2/15
Bocca Verita
¿Para qué tanta promesa en un altar?
A ellos les bastó jurarse amor con las manos entrelazadas en la Bocca de la Verita. Ninguno volvió con un muñón. Al fin y al cabo solo dejaron una mano dentro mientras lo hacían, la otra estaba ocupada negandolo todo.
8/2/15
Mis amigos.
(Este es un relato que tiene algunos años.Creo que nunca ha estado en este blog. ¡Da igual! A los amigos no solo se les echa en falta una vez en la vida. Yo lo suelo hacer constantemente y en los últimos días... ¡Mas!)
Mis amigos son unos cabrones, solo están cuando los necesitas.
¿Y para una cerveza, que? ¿Cuándo vamos a quedar solo por quedar?
Mis amigos son unos cabrones, solo están cuando los necesitas.
¿Y para una cerveza, que? ¿Cuándo vamos a quedar solo por quedar?
En los últimos dos años solo nos vimos tres veces. Las esposas no congeniaban, los niños estaban siempre por medio y ni siquiera nosotros éramos los mismos. Pero cuando murió la madre de Roberto los cinco volvimos a coincidir. Estuvimos con él toda la noche en el tanatorio, recordando las cosas de niños, las juergas en el instituto y alguna que otra feria en las que alguien, siempre, se perdía. Al día siguiente después del sepelio, lo acompañamos al cementerio. Cuando acabó vimos el bar que había en frente. Todos pensamos lo mismo: “ el que va a un entierro y no bebe vino…”. Se llamaba “el chato” y allí estuvimos durante toda la tarde y parte de la noche, hasta que el camarero, un tipo gordo, nos enseñó la escoba para echarnos.
La segunda vez fue el padre de Carlos quien murió. Esa noche nos fuimos a tomar una cerveza junto al hospital. De ahí a una de las zonas de marcha de la ciudad. Estaban cerca del hospital ni siquiera cogimos un coche. Baldomero terminó en el hotel de al lado con una tía que conoció. Los demás aprovechamos la habitación para ducharnos y llegar algo más decentes al tanatorio por la mañana.
Solemos llamarnos. Intentamos quedar pero siempre se interpone algo. Hace unos días enterramos a la madre de Baldomero. Era una mujer encantadora, pero los últimos años estaba todo el día en la cama, se la estaban comiendo por dentro. Fue, casi… un alivio para ella. La casa de Baldomero esta en el centro. Cerca hay un bar “La amapola”, allí hemos pasado mucho tiempo, y durante los años de instituto era prácticamente nuestra casa. Cuando Marchena, el dueño, cerró, nos dejó dentro, dejadme las llaves donde siempre, nos dijo. Hacía muchos años que no cerrábamos “La amapola” y seguramente sería la última vez. Lo disfrutamos.
Seguimos sin coincidir. La próxima vez que lo hagamos será dentro de cinco meses. Intentaremos quedar antes, llevar a los niños, hacerles la pelota a nuestras mujeres para que no se tiren los trastos a la cabeza, buscar el momento ideal, pero no lo encontraremos. Será dentro de cinco meses cuando nos volvamos a ver todos. Ellos aún no lo saben pero ya tengo decidido de quien será el siguiente funeral.
7/2/15
En la orilla.
Encontró el paquete a la orilla del mar. ¡No! No lo traía la arena. Había sido depositado allí. Miró a un lado, a otro. Y se sentó en cuclillas al lado. Estaba perfectamente envuelto con un lazo azul. Tiró de un uno de sus lados y el nudo se deshizo. La caja se abrió. Y allí estaba aquel trozo de alma que había tirado hacía tantos años. La misma priedra.
Doblete.
En el sofá, Rosa no paraba de reír. Le había sentado bien el canuto. Era la primera vez que la veía sin uniforme y la minifalda dejaba ver unas medias coloridas y brillantes que no hubiese sospechado en el trabajo donde la veía casi todos los días. Marta estaba a su lado, de pie. Bailaba, sin moverse mucho, todo lo que escuchaba. En la mano llevaba un vaso de tubo que parecía no acabar nunca. Llevaba con ellas un rato sin hablar y Rosa me extendió el canuto. Cuando me acerqué para darle una calada me invitó a sentarme palmeando el sofá. Se acercó a mi cara y me dio un beso en los labios. Seguía riendo.
- Estoy cansada. - Dijo Marta. - Creo que me voy a ir.
- ¿Quieres que te acompañe?
- No. Estoy bien. -Dijo y fue al dejar el vaso en la mesa.
Trastabilló antes de llegar. Rosa entonces dejó de reír y con un gesto me sugirió que la acompañase.
- Pero vuelve. - Me susurró al oído.
Marta caminaba mucho mejor en la calle. El aire fresco le sentaba bien. Incluso estaba más guapa. Llegábamos a su casa cuando fue a sentarse en el capó de un volswagen. De su bolso sacó un paquete de cigarros. Encendió uno. Me ofreció otro que rechacé mientras me apoyaba en la ventana del coche. Exhaló el humo como si con él se fuese parte de su vida. Me mira y por primera vez en la noche sonríe.
- ¿Sabes? - Me dice. - Me apetece follarme a alguien.
- ¡Joder Marta! Tenías un montón de tíos en el salón. Seguro que cualquiera hubiese estado dispuesto.
- ¡Muy complicado! Cualquiera de esos se hubiese enamorado. O yo de ellos. Además no tengo tiempo de tontear. Estoy cansada en serio. Y tengo ganas de irme a la cama. Te podías enrollar. ¿No?
- Tú espíritu romántico lo perdiste el día que te casaste. Que lástima.- Le susurré al oído cuando le metía la lengua en la oreja y con mi mano izquierda la envolvía por la cintura tocando su culo.
Marta dio una nueva calada al cigarro y lo tiró. El humo se me quedó en el pelo y con la mano libre comenzó a buscar en mi bragueta. La excitación me llegó antes de desabrochar el segundo botón. La agarré con las dos manos el culo y la subí al capó. Comenzamos a besarnos llenándonos la boca de lenguas bullangueras. Las manos subía y bajaban espaldas arramblando con las ropas que se interponían. Mi polla estaba en su mano y buscaba más abajo acariciando los huevos. La falda de Marta se resistía a subir pero sus bragas ya estaban en el suelo. Me humedecí los dedos con la saliva de su boca para acariciarle la entrepierna. No hizo falta. Marta ya estaba empapada y mientras una mano guiaba mi polla a su coño la otra me empujaba el culo para llegar mas adentro. Se tumbó en el coche sus piernas me rodeaban.
- ¡Follame fuerte! - Gritó en la noche.
La cogí de las piernas y esperé que nadie saliese del portal de sus pisos. La embestía con ganas mientras ella se dejaba hace. Se mordía los labios y cuando estaba a punto de correrme se levantó y cogió de la nuca.
- Espera. Todavía no.- Susurró mientras me agarraba el cuello con una mano y con la otra se iba pajeando.
Marta se corrió. Entonces me dejó que lo hiciera yo. Me sacó la polla de su empapado coño y me pajeó llenando se la mano de semén. De su bolso sacó un pañuelo y se limpió los dedos. Yo seguía con la polla fuera de la bragueta mientras me recuperaba. La luz de su portal se encendió. Volví a dejar todo en su sitio. Marta tiró el pañuelo y dándome un beso en la mejilla se despidió.
- Ya nos vemos. Vuelve con Rosa. Creo que te tiene ganas.
El portal se abrió. Un tipo con chaleco fluorescente salió y saludó a Marta. Ella entró.
Rosa estaba charlando con un tipo en el sofá cuando llegué. La saludé y me serví un whisky. Quedaba poca gente en el salón. Le hizo una señal al tipo y se marchó. Con un gesto me hizo que me sentase a su lado.
- Carlos ha ido a preparar una raya en el baño. ¿Te apetece compartirla?
Asentí.
Cuando Carlos salió del baño, Rosa y yo nos levantamos. Entré primero. Rosa agarraba al camello de la cara y le plantaba un beso. "Te debo una". Le dijo.
Fileteadas en el lavabo dos largas rayas se marcaban paralelas. Rosa sacó un billete de cincuenta y lo lió.
- ¿Aún te quedan de esos? Yo hace tres semanas que no veo uno. - Le comenté.
- ¡Anda! Tírale a esa.- Me dijo señalando la mas larga mientras se sentaba en water.
Aspiré la coca con ganas. Hacía tiempo que no la probaba y me entró estupendamente. Me estiracé saboreando el amargor de la coca que entraba por la traquea y noté como iba a todo el cuerpo. Tenía la bragueta justo delante de Rosa, con la cara mirando el techo. Entonces noté una mano. Dos botones saltaron rápidos. El tercero tardó pero fue el detonante para que mi polla volviese a ponerse en acción. El cinturón se abrió con un gesto de ella. Los pantalones calleron a las rodillas. El boxer no podía contener la erección y Rosa ayudó a que saliese con una de su manos. Se la llevó a su boca y empezó a chuparmela. Me costaba trabajo respirar. Mi cabeza iba del pelo de Rosa a los halógenos del techo. El cielo y el infierno en un baño. Estaba completamente empalmado cuando Rosa paró. Se levanto del water y se subió la minifalda. Sus medias coloridas le llegaban a los muslos. Se quitó las bragas y me colocó detrás. Cogió su billete de cincuenta y se abrió de piernas. Mi polla entró en su coño como un cuchillo en la tarta. Sin oposición.
- Despacio. - Me pidió. - Si no no voy a dar con la raya.
Me moví lentamente. Rosa se iba metiendo la raya con parsimonia. Cuando acabó se estirazó y colocó las manos en la pared. Me empujó con su culo en mi tripa.
- Ahora. ¡Si! ¡Fuerte!
No tuvo que repetirmelo. Comencé a bombear mientras mis manos iban de su culo a sus tetas. Ella aguantaba las embestidas con las manos estirazadas. Una de sus manos se dirigió donde habían estado las dos rayas hacía poco menos de tres minutos. Pasó un dedo por el lavabo y me lo ofreció. Lo chupé. Estaba muy excitado. Lo cogí ese dedo y se lo llevé a su coño. Mientras seguía entrando y saliendo del coño de Rosa le obligué a que se frotara el clítoris con el dedo. Los muslos de Rosa empezaron a empaparse. Yo me corrí. Terminé en dos embestidas más lentas. Recreandome. Rosa se bajó la falda. Nadie hubiese dicho que acababamos de follar viendola tan arreglada. Con sus bragas se secó los muslos. Después las dejó en el bolso. Se mojó las manos en el lavabo y me agarró la polla. Me la limpió de semén y volvió a mojarlas.
- ¡Anda, guarda eso!- Me sonrió. - ¿No te quedaba un cigarro por ahí? - Y diciéndolo me cogió del culo buscando la pitillera.
Nos besamos antes de salir del baño. En el salón dos personas se morreaban en el sofá donde antes estábamos sentados.
- ¿Por qué no me llevas a casa y terminamos la noche? - Me propuso Rosa.
Y yo acepté.
5/2/15
Y si (Odio los putos Ysi)
Seguro que me equivoqué en algo. ¡Si, seguro! Aún no se en que pero en algo debo haber errado. Siempre lo hago. No por lo que piense yo, si no por lo que se toma como norma, o moral, o simplemente un "saber estar". ¡La cago! Muchos reproches por pensar distinto. Es entonces cuando quieres cambiar las cosas. ¡Se acabó ser un salmón! ¿Por que no ir con el resto de la gente? Oye... ¿Que esto o aquello no es normal? ¡Pues se cambia! Si al fin y al cabo la ventaja de ser distinto es que no te cuesta cambiar.
Lo peor viene cuando ya no tienes nada mas que cambiar. Y las caras largas caen como cuando sabías que te equivocabas pero ahora... ¿Cual es el fallo? ¿En que me equivoco? Y si resulta que por una vez... No soy yo quien se equivoca. ¿Y si esta vez es ella?
Como a los cristianos.
A los de izquierdas nos pasa como a los cristinos: Tenemos una idea común pero muchos matices y cada uno crea su propia religión o partido. Y así nos va... que después llegan los islamistas o los del PP y nos dan pal´pelo.
Conversaciones entre mochuelos.
Conversaciones entre mochuelos.
2/2/15
La llamada.
Desde que vivía solo se había propuesto recordar de memoria los números de teléfono. Así que no necesitaba curiosear en la agenda nada mas que lo imprescindible. Cogió el móvil. Marcó el número de teléfono con velocidad. Escuchó nítido el primer tono, el segundo, empezó a impacientarse en el tercero y para el quinto ya estaba desesperado. El sexto tono, el séptimo y el octavo lo estaban volviendo fuera de si. Miró la pantalla del móvil como si fuese un aparato desconocido. Volvió a marcar con rapidez el mismo número. Mas sosegado escuchó los primeros tonos pero seguía impaciente. Cuando el sexto tono sonó volvió a mirar la pantalla. Seguía escuchando los tonos mientras miraba, fue el séptimo tono el que le hizo advetir su error. Estaba marcando el número de su casa. Mas tranquilo recordó con exactitud el número que necesitaba. Colgó justo en el momento en el que los tonos cesaron para responder:
- Diga.