Cuando Dios no sabe que hacer con los gilipollas los manda a mi trabajo. Entonces llegan, se pasean, algunos preguntan en un mal inglés, otros se empeñanan en hacerse entender en francés, pero la mayoría habla un español medio decente. Luego cuando mas o menos los tienes ubicados se vuelven a mezclar y siguen andurreando y tropiezan dos o tres u hasta ocho veces con la misma piedra. Solo hay una piedra para tropezar pero ellos hacen turnos para golpearse. La pena es que pocas veces se hacen el suficiente daño como para tener que enviarlos al hospital, o meterles entre pecho y espalda cuarenta puntos de sutura, no. Son como los niños en el tobogan. Da igual que se rompan los piños en la bajada. Ellos lloran y vuelven a tirarse sin poner cuidado. ¿Para qué? ¡Si ya están los padres! A los gilipollas de mi curro les pasa lo mismo. ¿Para que van a poner cuidado si ya hay alguien pendiente? Pero a veces los padres están hartos, o nosotros. Y dejamos que se den de hostias, a ver si aprenden. Los niños si, los niños aprenden, pero los gilipollas no. Todo lo mas cambian de sitio y están una temporada sin aparecer pero después vuelve.
Ja, ja, ja... me ha encantado...
ResponderEliminarLo que hay que aguantar, pero está muy bien tu técnica, que aprendan o que muten o lo que sean, cualquier cosa menos ir sacando las castañas del fuego al que es un completo gilipollas
No aprenden. Todo lo mas... Se aburren.
EliminarToda la vida matando tontos y siempre queda alguno
ResponderEliminarHoy escribía en algún sitio que ojalá los tontos crecieran como setas, solo en otoño. Pero son a temporales y cada día salen coN más fuerza
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