Lleva varios días sentando frente al ordenador y aún no ha escrito tres renglones con sentido. Por fin una musa se le acerca y le susurra. En su cabeza empieza a hilvanar una historia, lo empieza a ver claro, muy claro. Ajusta su posición en el sillón delante de la pantalla y coloca las manos en el teclado mientras sonríe. La musa sigue a su lado hablándole despacito, guiandolo con su voz. Es entonces cuando llega otra musa. Porque las musas, cuando llegan, llegan de dos en dos o de tres en tres. Esta no le susurra. Esta musa le abre la bragueta y empieza a soplarle en la polla. El escritor deja el teclado mientras una erección se le va formando frente a la pantalla. De tres en tres, estas musas vienen de tres en tres. Siente una mano en el pecho, es la tercera musa que le acaricia al lado del corazón. Recuerda aquel relato que quiso escribir, aquel en el que la madre y la hija hacían un viaje, el último viaje juntas. Su cuerpo no ha parado de estremecerse desde que llegó la primera musa, se le han metido en el cuerpo, en la cabeza, en la polla, en el corazón. Durante un segundo quiere recuperar su cuerpo, adueñarse de alguno de esas historias y comenzar a escribir, sin darse cuenta ser rebela y las musas, asustadas, se van de su lado. La musas, las muy putas, cuando se van también lo hacen de dos en dos, de tres en tres en este caso, y la pantalla le devuelve una luz blanca, sin texto, sin ideas, y con una erección en frente de lo que parece ser un folio en blanco que nunca va a rellenar.
Por casualidades de la vida, también me dio a mí, por hablar de musas (musos en mi caso).
ResponderEliminarEspero que vuelvan y no se espanten.
Besos.
Musas, musos, el caso es que no hay quien los entienda.
EliminarAy melón! Por todos es sabido que deberías de haberte aprovechado de la situación
ResponderEliminarAsí está la hoja, en blanco aún. Sin escribir nada por dejarse llevar.
Eliminarun caletón es lo que tenía y punto!!
ResponderEliminar¡De los gordos! Pero es que con este tiempo...
Eliminar