El gorrión se acercó descaradamente a la mesa. Aún no habíamos terminado de desayunar y el impertinente ya estaba pendiente de la tostada. Dos o tres veces lo ahuyentamos con la mano pero él, era un gorrión macho, volvía a los pocos segundos. Nos llamó la atención su desafío. Como si nos apremiase a terminar pronto y salir de su territorio. El café casi se quedó entero y cuando nos levantamos para pagar ya se estaba revoloteando las sobras del pan. Altanero nos había ganado la partida. Dos o tres gorriones mas se acoplaban junto a él dando buena cuenta de las migas.
Y entonces, salvando nuestro honor, un gato saltó a la mesa, tirando tazas y ajustando las cuentas con el impertinente del gorrión.
Necesitamos más gatos. Lo digo porque no pude evitar ver un paralelismo entre tu historia y la vida misma: demasiados gorriones (gorrones) queriendo quedarse con nuestras migas y nuestro desayuno entero si no lo evitamos.
ResponderEliminarUn gusto leerte de nuevo
Besos
Un placer verte por aquí, Alís. Cuesta meterse, no hay la facilidad de antes. NI ganas pero la cabezonería de seguir manteniendo un blog me puede.
EliminarA veces si echas migas a los gorriones te dejan desayunar tranquilo.
ResponderEliminarOtra interpretacion.
Abrazos
Lo mas probable es que vengan mas y mas y no te dejen tranquilo. Conoces lo de dar la mano y quedarse hasta el codo ¿verdad?
Eliminar¿Un gorrión o un gorrón?
ResponderEliminarGorrión, gorrión. En mi barrio casi son plaga. Y gracias. Si llegan a ser palomas tengo un problema.
EliminarA mi me caen bien los gorriones, son unos supervivientes natos y no son conscientes de lo poquita cosa que son... siempre les doy comida ;)
ResponderEliminarSon simpaticotes, pero están acostumbrados mal y es una pena.
EliminarOh, pobre gorrioncillo; yo le hubiese puesto en un plato su porción =)
ResponderEliminarAbrazo