La vecina lo ha acompañado hasta la puerta y le ha deseado suerte. Vuelve de dejar al pequeño en el colegio y una vez dentro de casa no tiene que seguir sonriendo. Se dirige a un rincón de la habitación. Es donde lloró por última vez y los ojos acuosos le piden la querencia. Apaga las luces, baja la persiana y se cubre con una manta que hay en un montón de ropa. Siempre hay mucha ropa en ese rincón. Y es entonces cuando sueña que sigue en Babia, que aún vive allí. Que no fue desalojado a la carrera como un okupa. Por que en Babia aún hay futuro y es prometedor. No como el presente que tiene delante. En Babia no hay preocupaciones, ni pagos de hipotecas, ni cuentas bancarias en rojo.
Pero en Babia también suena el móvil y los ZZTop lo traen recuerdos de un hospital muy presente y la manta empieza a sobrar encima de él. Entonces vuelve a mirar ese rincón de casa que acumula mas pelusas de lo normal. Y durante un minuto piensa que pueden ser sus sueños, pero ya vive en el hoy y barre las pelusas-sueños que tira a la basura con alguna lágrima que no se permite que corra por su mejilla.
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