Suena el teléfono. El café humea en la taza. Echa una cucharada colmada de azúcar, media más y una última que es un lágrima dulce. Lo remueve lentamente. Respira el aroma y con el mando en la mano izquierda apunta al reproductor de música. Una melodía se confunde con la séptima llamada que da el teléfono. Un pequeño sorbo para descubrir que aún quema ese café. En la noventa llamada decide que es hora de contestar el teléfono. Nada más descolgar, se arrepiente.
A veces nos pasa es el instinto, el sentimiento, razona, precioso, un saludo desde mi brillo del mar, lindas letras
ResponderEliminarLa capacidad de oir un timbre y abstenerse a la llamada es algo que debemos entrenar y conseguir.
Eliminarmuy bello muy corto muy bueno abrazo
ResponderEliminarMe quedo el abrazo y, al oído, te susurro un: gracias.
EliminarYo estoy pensando seriamente cambiar mi número...
ResponderEliminarBesos.
Mas que cambiar de número lo suyo sería cambiar la percepción de lo importante y que lo hagan los amigos y familiares.
EliminarLos móviles y su irritante insistencia musical están acabando con esa sugerente emoción.
ResponderEliminarDebemos aprender a evadirnos incluso cuando nos insisten en la llamada.
EliminarEs difícil de hacer sobretodo si la llamada es de la persona que te tiene loco de amor.
ResponderEliminarEn ese caso el movil se mira cuarenta veces por si nos hemos despistado, por si estamos sin cobertura, con insistencia y desesperanza. Esa, desde luego, no era la llamada.
EliminarEs una suerte que los móviles hayan incluido la posibilidad de silenciarlo y ni siquiera enterarse de cuando alguien molesta con sus insistencia.
ResponderEliminarSaludos,
J.
¡Una bendición!
Eliminar¿Habrá continuación? ¿O debe el lector decidir por qué se arrepiente el personaje de haber descolgado?
ResponderEliminarEs una situación muy sugestiva literariamente...
Quizá algún día forme parte de un todo. Hoy se queda en esas ganas de escribir.
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