No recuerdo de quien es la frase: "No hay nada mas ridículo que un hombre corriendo tras su sombrero".
Quizá por eso he perdido varios. Bueno... por eso solamente no. El primero lo perdí, mejor dicho, se me escapó en Sevilla. Me salió trianero y por el puente que le da nombre al barrio decidió llegarse a Sanlúcar. Mas que correr, hubiese tenido que nadar para recogerlo. Quizá no fue mi sentido del ridículo, si no mi sentido de la lógica, el que mi hizo despedirme de él desde la barandilla del puente. Decirle adiós con la mano y aún alzada para intentar reterlos y mirarlo desaparecer con el rostro apoyado en la barandilla.
Mi segundo sombrero terminó haciéndose toledano. Se quedó en un piso de una calle con nombre de virgen y dueña generosa como tal pero sin el mismo calificativo. Y es que la salida de Toledo se hizo con mas premura que cálculo. Quizá no era cuestión de vida o muerte pero si de varias hostias que no deberían venir la caso. En mis siguientes visitas a Toledo, ni recuerdo la calle ni sabría poner cara a la nueva propietaria sin localizar un lunar con pinta de duende bajo el pecho izquierdo.
Correr tras un sombrero es, ciertamente, ridículo. Cuando lo recuperes tienes que mostrar la máxima elegancia y si no... dejarlo partir.
P.D. Los sombreros de feria no cuentan entre los que he perdido.
A veces algo de lo que pasa por la vida se filtra en este blog. Otras veces es la fantasía la que se da una vuelta. El formato corto predomina pero siempre hay excepciones.
27/11/18
26/11/18
...
Hoy tengo ganas de escribir. Nada en concreto, solo por ir moviendo los dedos, ir rellenando la pantalla y ver que ocurre por mi cabeza en este momento. No es que no haya nada, es solo que no quiero, o no puedo, ponerme a escribir una historia. Quizá porque esa historia está muy metida en los últimos días. Y entonces tendría que pensar en todo eso, y no me apetece. Solo escribir. Sin nada que contar, o quizá si pero dentro de un momento cuando haya calentado la mano, la cabeza... Cuando lo que quiera escribir no duela tanto que tenga que parar a cada momento para recuperar sensaciones y pensar en como plasmarlas en este texto. Y es que en los últimos días he estado bastante liado. Lo peor es que ni si quiera tengo la excusa del trabajo como otras veces, ni las clases de inglés (putas clases de inglés, ¿quién me mandaría?), ni mi nene. ¡No! Esta vez mi cabeza me ha jugado una mala pasada. Tan centrada como intento llevarla para algunas situaciones la muy hija de puta de vez en cuando te trae un ramalazo, un recuerdo, un pensamiento que te deja trastocado para unas horas. Una imagen, estos últimos días he tenido varias que serán difíciles de olvidar, aunque también otras han sido muy buenas. Creo que cuando pongo eso de tener imágenes buenas en estos días tiene mas que ver con obligación, casi impuesta, de ver lo bueno en cualquier cosa, de sacar el lado positivo en la situación mas mala, más que la imagen formidable que podría haber sido.
Si. Tenía ganas de escribir pero se me van pasando y lo peor es que sigo sin encontrar las palabras, el micro, o la idea para decir que el padre ha muerto.
15/11/18
Las tardes muertas.
Las tardes olían a café de puchero y
alhucema de brasero de cisco.
Y morían despacio de muerte natural.
Carlos Colón.
en su columna de "La Ciudad y los días".
alhucema de brasero de cisco.
Y morían despacio de muerte natural.
Carlos Colón.
en su columna de "La Ciudad y los días".
11/11/18
Cincuenta y cuatro.
Hoy cumplo cincuenta y cuatro.
¡No! No es mi cumpleaños.
Es solo la edad que me toca hoy,
que el cansancio llega a los dedos
y solo funcionan para teclear excusas.
Excusas de las canas, de frustraciones,
de no querer como me quieren,
de esa puta manía de dejarlo todo para mañana,
de ahorrar lágrimas para mas tarde
y añoranza de las risas gastadas.
Hoy cumplo cincuenta y cuatro,
o cincuenta y seis.
Y la lluvia me regala un día gris
en el trabajo.
¡No! No es mi cumpleaños.
Es solo la edad que me toca hoy,
que el cansancio llega a los dedos
y solo funcionan para teclear excusas.
Excusas de las canas, de frustraciones,
de no querer como me quieren,
de esa puta manía de dejarlo todo para mañana,
de ahorrar lágrimas para mas tarde
y añoranza de las risas gastadas.
Hoy cumplo cincuenta y cuatro,
o cincuenta y seis.
Y la lluvia me regala un día gris
en el trabajo.