sin la estridencia del despertador,
me hace abrir los ojos.
Parece temprano,
aún no hay prisa.
Busco en el móvil
la hora,
el día, y una justificación.
¿como es que no me había avisado
de esta agua?
Es domingo.
Quizá no sea buena idea
salir en bicicleta.
¿Como pueden correr
tanto los minutos estando
en cama?
No, no hay prisa.
La ducha juega a ser lluvia.
El pan de ayer
permite hacer un bocata
y el movil,
otra vez el móvil,
no me habla de autobuses.
No hay prisa.
Ni autobuses.
La cultura no ocupa lugar,
quizá solo dos o cuatro gigas,
los cuadernos si, y el libro electrónico,
y la agenda y los bocatas
que acabo de preparar y
engordan la mochila.
No hay...
no, si hay prisa.
¡Odio eterno a los paraguas!
Pero cojo uno
con apertura automática
y marco en el móvil,
de nuevo el puto móvil,
un número para justificar retrasos:
La lluvia, ya sabes, le digo.
Y escucho que no hay prisa.
Ni autobuses.
Mientras veo
en la parada del cinco
como cae la lluvia, sin prisas.
Nadie en la calle.
Solo lluvia y pocas ganas
de ir a trabajar.
Trabajar en domingo... la pereza puede estar más que justificada. Y yo creía que era para ir de excursión...
ResponderEliminarMe fue envolviendo el poema, atrapando. Los versos y la pereza que leo en él. Y me quedó sabor a poco.
Un beso
Bueno... hoy ha sido la situación contrario. El que se ha quedado en cama mientras llovía era yo y le resto iban a trabajar o estudiar.
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