Coge el teléfono. Es tu madre, le dice. Y se lo pasa. La escucha decir que no tiene tiempo, que va a colgar. Y entonces le quita el teléfono. Paquita, grita. Que dice tu niña que estas cada día mas guapa, y empieza una conversación mientras que la hija abre la puerta y se va. Yo sigo en el sofá, hago como que escribo pero es mentira, solo tecleo incongruencias mientras tengo la oreja puesta en una conversación y un ojo en la salida de mi mujer. Hace un aparte con el teléfono y me pide un cubata. No puedo seguir haciendo como que escribo y le pregunto que prefiere, gintonic o whisky. Con una mueca, como de que le hace falta algo fuerte, me dice que whisky. Cojo uno de los vasos largos, otro corto para mi. Le coloco dos hielos a cada uno y dejo la botella al lado. Otra mueca mientras sigue hablando con mi suegra para que le eche el trago. Soy generoso, mas de medio vaso largo de Cutty Sark, mientras ella abre los ojos como para explicarme que me he pasado. Entonces le da el primer trago. Lo saborea. Mi suegra debe estar encantada, ya lleva mas de cinco minutos de charla con alguien. Si yo hubiese sido el destinatario ya hacía un rato largo que habríamos acabado la conversación. De hecho cojo mi vaso, le doy un trago y sigo escribiendo. Aparece mi cuñada en la conversación, su viaje, las niñas, los dolores de espalda, mientras yo sigo aparentando que escribo. La pantalla de la televisión cambia de imagen. Se ha hartado de la serie que había en pausa y se ha desbloqueado sol. Parece que se le acaba la conversación y habla de mi esposa. Le cuenta que está tan mal como ella. Un cojín sale volando desde mi lugar hasta el suyo. Otro gesto, esta vez mío. Uno de esos del tipo: no hables de lo mal que está que luego se preocupa. Lo que parecía una despedida sigue alargándose. Tengo que reconocer que entre las dos tienen más palique que yo escribiendo. El folio va con pinta de acabarse y siguen de cháchara. La vida, la vida, la vida es, la vida, la vida que mala es, parecen 091 quejándose lo mal que estamos. Yo miro el reloj de la pantalla. Espero que llegue la hora en la que aparezca Silvia, no debe tardar mucho. Pero aún quedan cinco minutos para que salga el bus de Granada. Ahora sí, ahora parece que ya acaba la conversación pero... ¡Croché! Derivamos en croché. Exactamente… ¿que es el croché? ¡No! Sin lugar a dudas entre dolores, preguntas indiscretas, y tratamientos de belleza, ¿o el croché tiene que ver con eso? Mi suegra ha tenido suerte de que Elisa coja el teléfono y le de vidilla. A mi me hubiese matada. Llega Silvia. Por fin algo de cordura en casa.
recuerdos? buenos o malos? melancolía?
ResponderEliminarCuriosidades, mas bien.
ResponderEliminarLas cosas que pasan por tu cabeza, Bubo...!!!
ResponderEliminarPues esta es de las que tuve que inventar poco.
Eliminar¿Cómo es que aún hay gente con teléfono fijo?
ResponderEliminar¿No llega la tecnología a ese rincón del universo?
Saludos,
J.
Las madres siguen llamando a los fijos. A mi, en el mío, solo me llama ella y las compañías de teléfonos.
EliminarYo, a mi vez, llamo a mi nene por el fijo. (Muy pocas veces al móvil.)