Amarga como la bilis
de una borrachera en lunes.
Como la hostia de tu padre
cuando los huevos son negros.
Como el primer beso
que te negó aquella gorda.
Amarga como las heridas
del vacileo.
Como el trabajo
que no te dieron.
Igual que el licor de almendra
para impresionar a una idiota.
Amarga como todas las despedidas
como la última, como la primera.
Amarga porque ella ya no es dulce.
me gustó como inicio tu poema, de una pleno combo en todo lo que se llama boca, sin defensa ni nada, sacando dientes y derroche de sangre...
ResponderEliminarSi, empieza bien. Creo que después pierde. Pero... me envalé.
EliminarMe alegro de que te introduzcas en los mares de la poesía. Verás que no es difícil marearse. Un saludo
ResponderEliminarHombre! No es nuevo, alguna que otra ha salido por ahí. No es mi fuerte pero de vez en cuando...
EliminarYa no lo es, ni volverá a serlo.
ResponderEliminarNos leemos,
J.
Eso me temo, por mucho que a veces nos empeñemos en que se le puede echar sacarina. No. Parece que no va a ser fácil.
Eliminary nada es dulce cuando se trata de los recuerdos
ResponderEliminarLos recuerdos... Si, intentaba contradecirte pero tienes toda la razón. Los amargos siguen siendolo, aunque no lo sean tanto. Los dulces... los dulces pierden el nombre al darte cuenta que ya no volverán. Ahí están esperando generar otros recuerdos buenos pero no van a ser dulces.
Eliminar(No había caído nunca en esa afirmación.)