Tumba Howard Carter. |
A veces algo de lo que pasa por la vida se filtra en este blog. Otras veces es la fantasía la que se da una vuelta. El formato corto predomina pero siempre hay excepciones.
28/11/13
Jardinero a tiempo completo.
Mira que les dije que no quería una jardinera en mi tumba. Lo peor no es que tenga que salir para regarlas, lo peor es que encima hay goteras.
24/11/13
Resaca dominguera.
- Cubatas a dos euros. - Me dice JP.
- ¿Y eso no estará malo? - Le pregunto.
- ¡Que va! Mi sobrina va todos los fines de semana y al día siguiente está hecha una rosa.
Así que terminamos en un garito con bachilleres y universitarios bebiendo whisky y mirando el culo a niñas que podían ser... ¡Nooooo! ¡Que van a ser, con lo buenas que estaban!
El caso es que llevo tres semanas de no hablarle a JP porque aún no se me va el dolor de cabeza.
(Olvidamos que, cual Lobezno en su última película, perdimos el factor curativo hace mucho de eso. No me extraña que ahora aparezca el Sr. Jackman con un cáncer de piel.)
- ¿Y eso no estará malo? - Le pregunto.
- ¡Que va! Mi sobrina va todos los fines de semana y al día siguiente está hecha una rosa.
Así que terminamos en un garito con bachilleres y universitarios bebiendo whisky y mirando el culo a niñas que podían ser... ¡Nooooo! ¡Que van a ser, con lo buenas que estaban!
El caso es que llevo tres semanas de no hablarle a JP porque aún no se me va el dolor de cabeza.
(Olvidamos que, cual Lobezno en su última película, perdimos el factor curativo hace mucho de eso. No me extraña que ahora aparezca el Sr. Jackman con un cáncer de piel.)
21/11/13
La buena educación
Tejer alianzas siempre tiene que ser desde la buena educación. A mi me gusta la buena educación, es más revolucionaria.
Antonio Maillo Cañadas.
@MailloAntonio
20/11/13
La apuesta
Ni siquiera recuerdo cual era la respuesta. Ni la pregunta. Solo se que debía pagar una apuesta que se había hecho hacía ya muchos años. Mucho antes de que las quedadas se hicieran con niños, mucho antes de que se uniesen las esposas y maridos a las celebraciones de nuestro grupo del barrio. Y para eso me había llamado Marina.
La última vez que la vi vivía en una montaña rusa. Después de tanto tiempo aguantando a un marido que le había fallado varias veces por fin se había desecho de él. Los niños, el trabajo, o la falta de él, los padres y algún rollo de esos que se había encontrado en alguna celebración del tipo: Hoy es el ultimo día de tu vida. De esas que te suelen hacer los compañeros o amigas para que te animes por encontrarte más tirado que una colilla. habían conseguido que se estabilizase. Así que cuando llamó y después de varias preguntas pertinentes le pregunté como estaba me respondió:
- Bien. Estoy bien. Algo fastidiada pero bien. Y... ¿sabes que pasa?
- ¡Dime!
- Que he recordado la apuesta esa que nos hicimos. Esa que perdiste y te dije que me tendrías que pagar un día.
- ¿Ahora? Pffff. No sé. Hace mucho de eso...
- ¡No! No me vengas con tonterías. ¿Que estás haciendo?
- Pues... casi me iba a la cama. ¡Es tarde! ¿Sabes? Y Silvia duerme ya.
- Pero no has bajado la basura. ¿A que no?
- No.
- Pues te espero abajo. Aún tengo la llave del piso de mi abuela.
Fui al cubo de basura. Allí estaba, como una traidora, la bolsa llena. La recogí y cerrando sigiloso me fui a la calle. El ruido del contenedor al abrirse parecía una sirena avisando de algún delito. Cuando volvía al piso Marina, enfundada en una gabardina, se dirigía a mi portal. Abrió con las llaves que traía y la seguí. El piso era el bajo derecha. Llevaba dos años esperando que alguien lo comprase. Cuando entré lo reconocí igual que cuando lo visitábamos para atiborrarnos de chocolate o quitarle los cigarros a su abuela.
- Ven... - Me dijo.
Y la seguí hasta el cuarto que de la plancha. El que a veces usaban los invitados con una cama pequeña y libros por todas las estanterías. Marina tenía el aplomo que no le había visto en los últimos meses.
- Me hace falta. Me hace mucha falta y esto solo te lo puedo pedir a ti.
Me desvistió lentamente. Me echó en la cama y para que no la interrumpiese me ató las manos con un precinto que sacó de su gabardina. Después se la quitó dejando ver su cuerpo. Seguía siendo una mujer impresionante. Se fue ajustando a horcajadas en mi cara y entonces cuando tenía sus piernas en en mis mejillas. Casi sin poder escuchar nada más que el tam-tam de sus muslos me dijo:
- Ahora paga. ¡Cómeme el coño!
(Para Juana. Para que baje al sótano.)
18/11/13
Como hacer el gilipollas y arrepentirse de por vida.
Estuvimos dos años saliendo juntos. Cristina y yo habíamos quedado como amigos pero seguía echándola de menos. Entre tanto alguna salida hasta las tantas me proporcionó algún rollo. Ninguna chica llegó a gustarme más allá de la tercera copa. Ella seguía estando en mi cabeza día tras día. Hasta que llegó Mónica.
Mónica era parecida a Cristina. Quizá más alta, menos guapa, pero lo compensaba eligiendo muy bien su ropa. Usaba vestidos cortos que resaltaban toda su figura. Tardé en darme cuenta que me gustaba. Ella salía con un grupo de amigos diferente al mío, de su grupo solo conocía a Javi. Primero compartimos alguna cervezas en la tasca de la Asunción. Después, los más borrachos de los dos grupos, quedábamos en Chaplin para tomar el café y alguna copa. Era habitual encontrarnos sin quedar.
Cristina fue más rápida en darse cuenta que había alguien más. Cometí el error de llamarla por teléfono y su nombre se me escapó dos o tres veces cuando me preguntaba por mis días en la playa. Me recordó que a la semana siguiente estaría en Málaga. Que podía dar una vuelta y pasar el día juntos. Para contarnos batallitas de verano, me dijo, como los dos buenos amigos que nos suponíamos. Yo accedí encantado.
Aquel día fue la primera vez que nos vimos por la noche.Uno es torpe y a veces no se da cuenta de lo que quiere hasta que lo ve llegar con una heineken y un vestido minifaldero negro. Mónica lucía una sonrisa dentífrica que me dejaba helado y un cuerpo que me subía los colores. La madrugada nos llegó sin darnos cuenta. Bailamos alguna salsa, rock and roll, sevillanas y hasta alguna canción de el Fary que colaron en los pub con la idea de echarnos de allí y cerrar. Fue mi mejor noche desde que estaba en la playa y, lo mejor, el inicio de otras. Bailes, cerveza, playa algún secreto confesado al oído comenzaron a unirnos. Ahora los días y las noches pasaban rápido. Los dos grupos se hicieron uno.
Entonces llegó Cristina. Cuando llegó, incluso el autobús hacía juego con sus ojos. Más morena, con unos tirantes que la hacían más esbelta. Estaba radiante. Nos saludamos con dos besos y me ofrecí para llevar su pequeña bolsa. Teníamos solo unas hora y nos fuimos directos a la playa.
- Una en la que no haya mucha gente, me pidió Cristina.
Y ese día no recordé que tenía una cerveza pendiente en La Asunción, no recordé la copa de Chaplin y solo miré el reloj una vez, cuando Cristina me dijo que faltaba poco para que su autobús saliese. El tiempo había pasado rápido, muy rápido y entre medias varios besos en el mar habían dado paso a una promesa: Seguir juntos.
Faltaban pocos días para que las vacaciones acabasen y esa noche, como todas las otras, volví a salir a la calle. Llegué tarde. En la puerta del pub estaba todos. Mónica me sonrió.
- ¿Donde te has metido esta mañana? - Me preguntaron.
Escabullí la respuesta señalando la barra.
- Voy a pedir. ¿Alguien quiere algo?
Me saldría caro pero así no necesitaría contestar. Esperando en la barra Mónica se acercó a mi. Le pregunté por el día, por el tiempo, por la temperatura del agua, cualquier cosa con tal no tener que responder nada de lo que había hecho. Crístina seguía en mi cabeza y se mezclaba con el escote de Mónica y sus piernas. Regresamos con el grupo. Alguien encendió un canuto. A mi me llegó el último, con la boquilla roja del pintalabios de Mónica. Esa noche tuve que hacer muchas escapadas a la barra para evitar marearme. El humo, las cervezas,los labios rojos de Mónica acercándose a mis oídos, sus piernas... y Crístina que parecía que no había cogido el autobús y seguía en mi cabeza.
La madrugada de esa noche se retrasaba más que nunca. Cuando llegó, Mónica me pidió que la acompañase a su piso. Las sonrisas de los amigos se filtraron entre las cervezas. Algún guiño, algún codazo disimulado y... Crístina que volvía a estar justo en su escote. Así que no me fue difícil mirarla a los ojos y decirle que no. Que estaba cansado. Que también yo me iba pero en la otra dirección. Fue Javi quien la acompañó.
Al día siguiente les conté que Cristina y yo habíamos vuelto. Javi se alegró mucho. Era el único que la conocía y estuvo durante un rato alabando las virtudes Cristina, de la fidelidad, de la pareja y después... de Mónica. Por que a partir de ese día ellos se hicieron inseparables y yo no conseguí volver a encontrar mi lugar en aquel grupo.
Ahora se, en esos días que quedaban de vacaciones, escribí dos cartas a Cristina que consiguieron enamorarla más tiempo del que yo fui capaz de estarlo de ella. Pero no las recuerdo. De aquellos días en los que Cristina y yo cimentamos de nuevo nuestra relación solo recuerdos unas piernas vertiginosas, unos labios rojos, un escote impresionante y un vestido minifaldero negro al que dije que no.
Nunca me he arrepentido tanto de un no como aquel día.
14/11/13
¿Tranquilidad?
Estos días de vacaciones me han servido para darme cuenta que un montón de cosas que tendré que volver a leer en el cuaderno de viaje porque ahora mismo no me acuerdo. Ahora solo me acuerdo de mi gente, de Córdoba, hasta de mi ordenador. (Ahora mismo estoy escribiendo en uno de la biblioteca municipal de Priego de Córdoba.) De que las cosas no cambian más rápido cuando eres mayor pero si que lo hacen con más profundidad. Que los padres son los nuevos hijos y se les quiere igual pero con más respeto. Vamos que no es nada fácil decirle a quien te ha dicho toda la vida lo que debes hacer lo que debería hacer ahora. ¡Da rollo!
Me he dado cuenta que echo mucho de menos a mi chica y eso que llevamos solo cuatro días cada uno a su bola. Que necesito escribir más a menudo, aunque menudo no me conteste. Que la gente vive mucho más tranquila cuantas menos preocupaciones. (Y tengo que reconocer que el blog, twiter, facebook, y los mail son unas preocupaciones que nos hemos buscado los demás.) Mi etapa de desintoxicación de la red se me está haciendo cuesta arriba.
Estos días ¿tranquilos? la música y los libros son el mayor acompañamiento. ¡Vale! También la tele. ¡Manda huevos que en mi casa no vea tele y cuando llego a la de los demás no paro! He cambiado los programas de la 2, los monos, los leones del Serengeti, los osos polares, por Juan y Medio. ¡Duele!
Poco más. Se me acaba la media hora de conexión que tenía y hace un día muy bueno para estar aquí bajo las luces fluorescentes. Me voy a ver si acaba el libro de Toti Martinez, nada de cosas espesas, esta "tipa" me gusta, a un sitio de esos que... Bueno, os lo enseño:
Poco más. Toti me espera con una cerveza en la mano.
Nos vemos pronto.
12/11/13
...
Que la ventana de tu baño
te devuelva a Abril.
Que tus gatos ronroneen en piernas
y duren cien años.
Que en tu cama siempre tengas
alguien con quien dormir.
Que nada de lo que quieras
te haga perder los sueños.
Que los fracasos sean
amigos a los que añorar.
Que el corazón no te reviente
de un mal genio, ni un engaño.
Que tus amigos sean siempre nuevos
y puedas llegar a mil.
Que todos te quieran como yo
pero no los eches de tu vida
en una madrugada febril.
5/11/13
La misma piedra.
Hay piedras que se dan un retoque de maquillaje y se cortan el pelo solo para que tropecemos con ellas otra vez. Y así no hay quien ande dos pasos sin tropezar.
Bubo dixit.
Bubo dixit.