Primero
entra la música a borbotones. Sin previo aviso. Despertando la mañana que
comienza a colarse en la habitación por la rendija de la ventana. Atravesando
visillos, y llamando a mis párpados. Insistentemente. Aún no he aprendido a
hablar y solo un gruñido la recibe. Siempre un ojo es más perezoso y el derecho
comienza a abrir antes, parece que quiere colarse también en mi cabeza la luz de
la mañana. La sábana está en el suelo. Que mejor lugar para ponerla con el
calor de la ciudad. Ahora la echo de menos, pero es imposible alargar aún la
mano para recuperarla. Creo que se venga y se esconde bajo la cama. Es
imposible que yo la lanzase allí. Uno de mis pies se empeña en salir de ese
gran habitáculo tranquilo, que es la cama e, inconsciente, coloca la planta en
el suelo. ¡Más sábana! Jeje. Quizá llegue a recuperar la parte de me toca con
los dedos del pie. ¡Si! Ummmhhhh ¡No! ¡Mierda! También me giro. Quizá sea hora
de despertar. Me falta poco para que el ojo izquierdo se abra también. Un
mecanismo extraño me lleva a sentarme. Tengo que reconocerle algo de mérito al
conductor del programa de radio que siendo tan malo me obliga a buscar otro
dial. Respiración profunda. Me incorporo. Caída ligera de cabeza hacia el
pecho. Reconozco un día nuevo. A ver que nos trae. Primer paso hasta la noche.
Ya falta poco.
el madrugar no es lo mío... yo me hago la remolona, me giro, me estiro, me vuelvo a acurrucar, salto la cama, me preparo el te, voy a la cama para hacerla y vuelvo a tirarme en ella... y así todos los días...
ResponderEliminarA mi no me suele costar levantarme. Pero claro hay días...
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