Dos libros de Paulho Coelho, un curso de autoayuda y aquellos antidepresivos le habían hecho ver que el mundo no podía ser tan malo. Que él debía de poner de su parte para que fuese un lugar genial. Al salir a la calle cogió una de sus rebecas primaverales que conjuntaba con su polo claro. Cuando salió los dos metros de nieve que aún quedaba en las calles lo aplastaron.
Joder... por lo menos ¿murió feliz?
ResponderEliminarNo es recomendable leer a Paulho Coelho... y mucho menos si ha nevado, está claro.
ResponderEliminarLo que no es recomendable es estos cambios de tiempo.
Eliminarfirmado, El gafe
ResponderEliminarLe pones el nombre que quieras. Yo he preferido el de optimista.
Eliminarpues menos mal que era optimista... joé, como para salir al lado de él.... aunque ya no...
Eliminarjode...al menos lo intentó,luego ya el azar o que con tanta dosis de felicidad, se olvidó de protegerse de la nieve.
ResponderEliminarSiempre hay que contar con el azar. Precisamente es lo que nos da esa dosis de optimismo porque a fin de cuentas... Tu no tienes la culpa.
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