Cogió la cámara y miró bajo la funda. Un papel indicaba como ajustarla para que los retratos saliesen bien pero él no quería un retrato. Él quería enmarcar el sol cuando lo abanicaba la palmera. Recordó un símbolo que había conocido hacía poco. Era un ocho tumbado. Si hermana le dijo que era el infinito. Que era una cantidad enorme, y sol estaba lejos debería estar allí. Colocó su ojo derecho en el visor y buscó la composición que quería. Disparó.
- ¿Que pasa? - Pensó.- Lo he hecho todo bien. Por que no funciona.
Y recordó que su padre nunca pasaba el carrete. Giró la palanca y se sobresaltó al escuchar el ruido del negativo cambiando de lugar. Ahora si. Volvió a enmarcar la escena. El sol había bajado rápidamente, casi se perdía detrás de la palmera. Disparó y, ahora si, escuchó el ruido del obturador al abrirse. Rápidamente volvió a dejar la cámara donde en uno de los cajones de la habitación de sus padres.
Dos semanas más tarde las fotografías del viaje a la playa estaban reveladas. Empezaran a verlas una a una, sonrisas, muecas, todas las fotos con uno, dos, o cuatro personas de la familia posando en la arena, junto a un barco, frente a un castillo de arena. Todas, menos una.
- ¿Y esto? - Preguntó el padre mientras señalaba una fotografía de tonos amarillos y negros mal enfocada.
- Esa es mía. - Contesté orgulloso.
Ha empezado la Bienal.
El que pueda que se de una vuelta.
No es para menos, hay que sentirse orgulloso, aunque los otros no comprendan.
ResponderEliminarAhora mismo me doy una vuelta, a ver lo que me encuentro.
Salir con la cámara a cuestas un día tonto es siempre una satisfacción. ¡Encuentras cada cosa!
Eliminaryo siempre he sido una malísima fotógrafa....
ResponderEliminarcuanto echo de menos a "el Lorenzo".... ainsssss...
Juana ahora con las digitales hasta los torpes tiene multiples posibilidades de sacar algo en condiciones. ¡Que no te gusta! Otra foto.
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