Alguna vez nos habíamos encontrado algúna señal de tráfico, póster de las paradas de autobuses, vasos de whisky, incluso un cuadro de margaritas. Cuando abríamos la puerta del Ibiza, los domingos por la mañana, podía aparecer cualquier cosa. Después intentábamos reconstruir la noche anterior. Excepto el día que terminamos en el hospital, nunca acabábamos juntos. Pero el día que Juanito abrió el maletero para dejar su bolsa y un caniche rabioso se enganchó a la pernera del pantalón gruñéndole, ese día nos sorprendimos de verdad.
-¿Pero quien se ha traído este bicho? - gritaba Juanito mientras se sacudía la pierna.
Los demás, con la mano aún en las puertas del Ibiza, miramos dentro por si había más perros rabiosos. Al parecer era el único y después de escojonarnos un poco a costa de Juanito intentamos ayudarle a quitarse el perro.
Ninguno recordaba al caniche de la noche anterior. El bicho seguía correteando alrededor del coche ladrándonos a todos hasta que Jose de un puntapié lo mandó al jardín. El chucho entonces se fue a por un borracho que había tirado en la palmera. En lugar de morderle comenzó a chuparle la cara. Fue entonces cuando caíamos:
-¡Coño! ¡JuanMa!
Y es que esta vez eramos cinco. Por fin habíamos conseguido que nos acompañase un fin de semana.
Fue la última vez.
¿Sabes que la rubia de Graná y yo nos hicimos amigas por culpa de un caniche pintado de azul?
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Algo había escuchado, pero a ninguna de las dos os imagino paseándolo.
ResponderEliminarCada día lo flipo más contigo.
ResponderEliminarA ver si aprendo a contar mis experiencias surrealisto-juergueras con ese arte que tú tienes...
Y ese decir todo contando poquísimo.
Eso si que eran juergas. Yo tambien tengo unas cuantas en la cabeza, pero hijo igual que dice Fiebre me falta arte pa contarlas
ResponderEliminarDejaros de pegos y modestias las dos que os sale bastanten bien.
ResponderEliminarEra un perro de agua no un caniche.
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