Nuestra charla la moderaba un Johnie Walker con pocos años menos que yo. Recuerdo que me ofreció uno de sus puros. Él siempre tan clásico y señorial. No me di cuenta de que la ceniza cayó al brillante suelo de mármol cuando las confidencias se mezclaban con el humo. Hablamos de mi secreto, ese que desde hace cinco meses grité en el balcón de casa para toda la calle. Su padre guarda el mismo y me ha hecho prometer que no lo descubriría. Hemos sellado el acuerdo con un largo beso.