30/7/15

Peras al olmo.

Hay gente que le pide peras a un olmo.

A un árbol lo mejor que le puedes pedir es sombra, y luego que él te de lo que quiera.

Bubo dixit.

28/7/15

28 de julio.

Me levanto. En la cama un niño con talla de persona mayor no ha dejado de moverse en toda la noche. He despertado cada hora de esta puta noche con calor. Con una rodilla en las costillas. Y con una mala hostia que no se me reconcentra cada vez que recuerdo que hoy, 28 de julio, es mi cumpleaños. Cumplo 43. 

Cuando era pequeño quería llegar a los 500 años de vida. Después, cuando descubrí que era mucho tiempo y harto improbable que pasase me conformé con los 128 o por ahí. Siguió pasando el tiempo y a los dieciocho, una de mis mejores celebraciones de cumpleaños, pensé que nunca llegaría a los treinta. Con Joaquín brindé ese día por tener los cojones de llegar a otros diecicho mas. Cuando cumplí treinta y seis brindé solo. Él, ya llevaba cinco años muerto. Ahora... Ahora me conformo con llegar a mañana e intentar pasar el día lo mejor que pueda. 

Pero... a veces, como hoy. Me levanto y en el salón encuentro una pistola en la mesa junto a una taza de café. Y la empuño. Y la dirijo a la sien. Y durante unos segundos pienso en apretar el gatillo. Hasta que recuerdo que es de cartón y la dejo para no estropeársela al vástago. Mejor matarse a base de cafés y blogs que con un disparo de papel.

Con cuarenta y tres años la vida está llena de frustraciones. Esta entrada iba a ser un ejemplo de negatividad, de lo mal que me sienta cumplir años pero a medida que la voy escribiendo se me va quitando la mala hostia. Quería hacer un relato, Quería hacer un micro. Al final me va a salir un churro, como de costumbre, pero será mi churro, mi entrada. Mis letras, Mis años. El caso es que hablaba de las frustraciones, que son muchas, por ahí debe haber una entrada con cosas que aún no he hecho y me gustaría hacer, posiblemente sean solo cinco cosas, pero son mas, muchas mas. Y algunas ya no tengo intención de hacerlas. (O quizá hacerlas mas mayor, mucho mas mayor.) Más que nada porque suelo estar tieso como la mojama, además de tener un disponibilidad de tiempo muy reducida y dar preferencia a las responsabilidades tanto paternas como filiales. 
A mi con las frustraciones me pasa como con el cubo de la basura cuando está llena. Metes el pie, aprietas hasta el fondo y al final resulta que te queda medio cubo para seguir echando mas basura, o mas frustraciones. Otras veces lo que haces con las frustraciones es lo mismo que con la habitación de los locos. (Si, la habitación de los locos es esa que tenemos en la que hay una cama auxiliar, la ropa de plancha, los libros de texto  que no usamos, los balones de basket o aquella raqueta que nos regalaron cuando queríamos emular a Sampras y no ha dado más de cien pelotazos.) Te metes en ella y empiezas a tirar cosas que te frustraron en su momento pero que ahora no suponen ni si quiera un mínimo de rencor. ¿Aquella tarjeta de sonido que ibas a instalar en unos altavoces supersónicos y nunca lo hiciste? ¡Fuera! ¿El tambor que ibas a aprender a tocar para impresionar a la morena de la coleta (que por cierto esta gorda y fea)? ¡A tomar por culo! ¿La llanta que te dieron e ibas a cambiar a la bicicleta que te robaron? ¡Al contenedor de inerte! Y así, una serie de frustraciones pequeñas que se han ido acumulando resulta que con el paso del tiempo ya dejaron de importar. Ahora podemos empezar a acumular nuevas frustraciones en la habitación de los locos. (En la que por cierto, también hay algún éxito, pocos, pero alguno.) 
Pues eso... que con cuarenta y tres la vida está llena de frustraciones pero también está llena de amigos, de gente que te quiere y de un infante porculero que te llama desde la cama como si hubiese visto al mismo Freddy Krueger solo para cantarte cumpleaños feliz. 

¡Nos vemos! 



27/7/15

¿Da gusto volver a casa?

Mientras subía el café he abierto twitter. He escrito los "buenos días" correspondientes y he lanzado una pregunta. (Por eso de que es lo que piensas que te pregunta el gorrión azul para que escribas algo.): ¿Da gusto volver a casa?

El caso no es baladí. Ayer, después de diez días perdido, regresaba a casa. Una vez abierta la maleta y dejado el piso con el desorden acostumbrado, respiras profundamente y empiezas a recordar expresiones del tipo: "Por fin en casa", "Como en casa en ningún sitio", "¡Da gusto volver a casa"...  
Tengo que reconocer que además, encender el ordenador, sentarme en el sillón y comenzar a teclear, o ver en pantalla grande una de esas series que me gustan (ahora estoy con Banshee) es un placer. 
Pero hoy es el día siguiente. Y, sin bien es cierto que aún estoy de vacaciones, resulta que mi cocina, con toda la luz que tiene, se me antoja un poco gris. Que la lavadora sigue haciendo ese ruido de "me voy a romper un día de estos". Que el piso está con un capa de polvo. Que se están secando algunas flores de la jardinera. Que... 
Que en casa sigue sin esta ella.

¿Da gusto volver a casa? 

Pues no lo sé. De momento estoy recuperando espacios. Como este ratito en el sillón, escribiendo mientras bebo café. Después... con un rato de limpieza, y algo de correr de un lado para otro, iré recordando como es estar en casa. Quizá por eso he necesitado hacer esta entrada al poco de despertar, para sentir que hay un espacios donde las cosas, vayas donde vayas, siguen estando ahí. 


P.D. A casa no se si dará gusto llegar pero ayer cuando bajaba la cuesta de los Visos y se ve Córdoba entera casi se me caen dos lagrimones. 

16/7/15

Nada sabe tan dulce como su boca.




Nada sabe tan dulce como su boca
me transporta a una nube cuando me toca
la estela de su cuerpo te abre camino como una antorcha
tempestades desata mientras se escapa sobre su escoba

Nada sabe tan dulce como su boca
tan solo alguna cosa que no se nombra
algunas veces paso por el mercado y le traigo rosas
o la miro despacio de arriba a abajo y se van las horas

No soy un heroe lo sé
es facil como pueden ver
colgarse con esa mujer
pisar por donde pone el pie

Que podria contar
que no imagineis?
mi patria, mi bandera, mi segunda piel
el lugar donde quiero volver

uuuuuu u u su boca
uuuuuu u u su boca

Nada sabe tan dulce como su boca
te regala alegrias y no te sobra
tiene bien señalado su territorio como una loba
y adentro los amigos que le recuerdan que no esa sola

No soy un heroe lo sé
es facil como pueden ver
colgarse con esa mujer
pisar por donde pone el pie

Que podria contar
que no imagineis?
mi patria, mi bandera, mi segunda piel
el lugar donde quiero volver

uuuuuu u u su boca
uuuuuu u u su boca


15/7/15

Yo tengo un moco, lo saco poco a poco.

Se saca un moco. Es de color amarillo pastoso, con una largura que pasa de las dimensiones de su uña. Su dedo índice apunta al techo y se prolonga como si tuviese una lanza amarilla. El gusto por la sustracción de la mucosa pasa a un segundo plano y es entonces cuando gira la cabeza de un lado a otro. Busca posibles testigos.  Una señora le esquiva la mirada con cara de asco infinito. El tipo mete la mano bajo la mesa, la sacude. Parece que va a necesitar algo mas que mover la mano para desprenderse del moco. Entonces la sube un poco. Refriega el dedo en la parte interna de la mesa. Quizá nadie mas se habría dado cuenta si no fuese poque es la mesa es de cristal. 

Abstinencias y belleza.

Lo peor de la abstinencia alcohólica es que las feas son feas a todas horas. 

F.J. Dixit.

14/7/15

El Tatuaje.

Cuando Juan y Marta se conocieron empezaron a enseñarse sus cicatrices. Algunas solo las tenían en el corazón, otras en la piel. Fue entonces cuando Marta vio por primera vez el tatuaje. Ella decía que le gustaba, pero que nunca había tenido el valor de hacerse uno.
Después siguieron juntos y en esos dos primeros años, Juan, volvió a visitar al tatuador. A él le gustaba dibujarse la piel. Símbolos y dibujos con significados mas o menos conocidos. Él no tenía ningún problema en enseñarte sus tatuajes. Marta aún no había encontrado el valor de hacerse uno. Al contrario ahora tenía claro que no quería ningún tatuaje. Y cuando tocaba a Juan ya no buscaba con su mano el dibujo de antes. Ahora con varios tatuajes más, casi rehuía las zonas donde Juan se dibujó. Hablaron y él le prometió que no habría mas tatuajes. Durante un tiempo fueron felices pero un día Juan cogió un bolígrafo y comenzó a dibujarse en la piel un largo dragón. Cuando Marta lo vió se enfadó mucho. Daba igual lo que dijese Juan. Que era solo un dibujo a boli, que se lo quitaría en cuanto se duchase, que no se preocupase, que no... Pero Marta ya no quería entender razones. No es que no le gustasen los tatuajes, es que ahora les tenía verdadero odio. No podía comprender como una persona podía mutilarse la piel, como, según ella, se degradaba marcándose. Juan entonces le pedía que se calmase, que no se preocupase, que él lo arreglaría. Entonces compró maquillaje. Intentó ocultar sus tatuajes antiguos. Pero ella sabía donde se encontraban y si se tocaban un dedo buscaba en el maquillaje y descubría parte del tatuaje. Marta entonces se enfadaba con él, con ella, aborrecía la tinta que tenía Juan y eso lo hizo extensible al resto de personas. Todo aquel que enseñase un dibujo en su piel era como una aberracion para Marta. Ver un grafiti era una excusa para pensar en los tatuajes, entrar a un museo podía degenerar en una discusión por la similitud de algún dibujo con los de Juan. 
La situación se volvió insostenible. Juan no podía borrar su pasado. Marta no podía evitar el odio que había empezado a surgir a los tatuajes.









(Esto es lo que pasa cuando no sabe explicarse.)

12/7/15

Esperanza

Una esperanza es mas viral que un vídeo de gatos.

Toca un fin de semana para matar proyectos y esperanzas.

La esperanza espera su sentencia. El juzgado 7 de lo penal acaba de dictarla: Pena de muerte.

Ya ha tomado su última cena. Mañana la esperanza va al paredón.

¿Hay que darle el tiro de gracia a la esperanza? ¿O quizá aún pueda salvarse? (Al fin y al cabo es lo último que se pierde.)

Ya lo dijo MakiNavaja: La esperanza es esa puta que va de verde.

9/7/15

5 cosas que me gusta tocar.

- Las piedras. Sobre todo cuando están adscritas a una muralla, a un edificio con mas años de los que tendría mi abuelo, mi padre y yo juntos. Me gusta pasar las yemas de los dedos por la arenisca (en Córdoba la mayoría de las construcciones son de de arenisca) o por el mármol en columnas lisas, por el granito o los guijjarros que soportaron el paso de carromatos imperiales, porque los carromatos imperiales pasarían los primeros pero después también soportaron los carros de pescado, de fruta, de muertos por la peste e incluso los primeros gateos de bebes que después morirían en batallas de Flandes. Hace poco, en la nueva oficina de Turismo de Córdoba, roce la zona amurallada que durante varios siglos llevaba oculta y ahora se ha puesto en valor, un escalofrío me recorrió la mano y pude ver a los pescadores del Guadalquivir contentos con un esturión enorme, a los mercaderes de antaño subiendo y bajando por Calle Feria, curiosamente esta calle no pude imaginarmela distinta, santiguándose a su paso por recién inagurada Capilla de la Aurora, de la que ahora solo quedan dos paredes, rezando un padre nuestro en la Cruz del Rastro para tener dos días menos en el purgatorio, los cobradores, los armeros, todos tocaron esa piedra, o la anterior, y, seguro que algún cantero fue el depositario. Me gustan las piedras. Me traen retazos de historias de gente corriente. De esos que no aparecen en los libros, de los que graban su nombre en la muralla junto con corazones o amenazas. ¡Si! Me gusta tocar las piedras. (Y los guijarros también.)

- Los libros. Si algo echo de menos leyendo en e-book es el tacto. Ese sentir rugoso que trae las ediciones de mala calidad, la mayoría de los libros que hay en casa son ediciones baratas y las páginas son reguleras. El olor de goma que perdura incluso en años. (En casa de mis padres hay un libro de Knut Hamsum que aún huele a goma.) Los libros nuevos con sus tapas impolutas, pero también los viejos con las esquinas golpeadas. (Por cierto Dani, siento el trillo que le he dado a tu libro del Savoy pero no sabes la de historias que podría contarte ese libro además de las que escribió Alvite.) Libros nuevos, libros viejos. Los libros son como las mujeres. Hay que conocerlas para saber si son guapas o no. Un libro como "El lobo estepario", como mi edición del lobo estepario (hoy he leído a Ángela y lo he recordado) puede venir roído por las ratas, descuadernado y sucio, pues ese libro, que a mi me costó pillarle el punto al principio, (como a algunas mujeres que conozco) es uno de los libros con mas belleza que hay. Una primera edición es un placer y si puedes encontrar un manuscrito debe se algo así como un orgasmo. (Hace poco en una exposición de Góngora se podían ver los manuscritos del escritor cordobés y era emocionante incluso a través del cristal que nos separaba.)

- El ombligo. ¡No! No cualquier ombligo. Solo el de la gente que quiero. Y que quiero mucho. Me
gusta poner la mano en la barriga de las personas que son de mi entorno, de mi vida y sentir esa comunicación que trae el ombligo. Como si fuese un puerto USB, volviendo a recuperar el lazo de unión que había con la madre pero esta vez conmigo. Con mi dedo índice. Tocarlo ligeramente, sin hurgar, solo como si fuese un código morse. Un toque, otro, Una sensación de que en esa hondura, en ese hueco hay tanta información que solo se puede sentir con leves contactos. Mientras la palma de la mano está apoyada en la barriga.

- El Agua. ¿Quién no ha sacado la mano por la ventana cuando llovía? ¿Quién no ha pasado los dedos por el abrevadero de una fuente? ¿O ha pulsado el botón de un surtidor y alargado la mano para que el chorro le llegue a la palma? A mi el agua me encanta. Me gusta cuando corre, cuando dejas las manos a su lado para que te empape, para que se escurra entre tus dedos. Da igual que sea bajo el grifo, (Fregar los platos es una cosa que no me molesta siempre que no haya sequía.) Duchas interminables, o como ahora, dos o tres al día. Me gusta ver correr el agua y tocarla. Pero también me gusta ese agua que está llena de vida en un estanque, ese agua turbia que oculta alguna rana, o algas, o vete tú a saber. Me gusta el agua en el mar, entrar despacio y sentir como las olas te mojan los pies, llegar y notar la humedad en los dedos de las manos, Como el vello se eriza a su contacto. El agua es, quizá, una de las cosas que no es que toques tú, si no que te toca ella. Te llena te abraza. Es como los niños pequeños que te cogen un dedo y sientes que no puedes soltarlo, que necesitan ese dedo para seguir adelante. Pero soy yo quien necesita tocar el agua. Quien necesita notar su humedad, su frío o su calor. 

- Las Medias. De pequeño una señora me dijo que mi novia estaría muy contenta conmigo. Sin darme cuenta, solía hacerlo con mi madre, estaba tocando sus medias. Mi mano recorría su pantorrilla y el nylon me hacía cosquillas en la palma. Entonces retiré la mano como si se fuese a quemar y avancé con mis coches uno o dos metros mas adelante. Allí estaba mi madre. No le acaricié la pierna pero si puse las manos en su pantorrilla mientras mi Mercedes rojo chocaba con un Escarabajo negro. La paz volvía a estar en mi cuerpo. Con la edad dejé de tocar las pantorrillas de las señoras y durante un tiempo en el que a las niñas solo les daba por ponerse leotardos casi ni recordaba esa sensación. Pero de nuevo a las señoras les ha dado por volver a usar medias. Medias, pantys, incluso calcetines de nylon. A mi me encanta. Eso si, ahora más que las pantorrillas me entretengo bastante en sus muslos. Y a veces cuando subes por la pierna y descubres el final de una media y el contraste de
l aspero nylon con la suavidad de una piel... ¡Entonces la gloria está cerca! Quía debería aclarar que las medias me gustan puestas, a ser posible en una mujer con piernas largas, pero la verdad, me gustan las medias estén donde estén. (No es la primera vez que he rozado a un maniquí de Calcedonía y se me ha erizado el vello.)

Y creo que por hoy ya está bien. Estas son cinco de las cosas que me gusta tocar. Quizá no son las cinco que mas me gustan, pero si son las que he recordado hoy. 

5/7/15

Ciclo de conferencias templarias.

Al finalizar las sesiones los oyentes estaban entusiasmados. Todos se dirigieron al bar del hotel para acabar la jornada. Cuando uno propuso un brindis y levantó su copa de rioja otro,  incorporándose de un salto tiró su silla y, colocando un cuchillo de mantequilla en el cuello del brindador, le instó a que no volviese a posar sus sucias manos en el Santo Grial. 




(Versión Quijotesca de un comentario con Juana la Loca en la entrada: "La Mujer Madura")

4/7/15

Atraco.


Habían paseado durante un rato y ahora se sentaban juntos en un banco. Al poco de estar allí, un lugar apartado en el parque, los dos novios se encontraron sorprendidos por un personaje que acercándose y mostrando una navaja les dijo:
  • dametoloquetengas, dametoloquetengas – repitió nervioso mientras movía la navaja.
El chico dándole la mano a la novia y mostrando interes en el atracador solo acertó a decir:
  • ¿Queee?
  • Quemedestoloquetengas – volvio a insistirle acercándole la navaja.
  • ¿Qué te de que? – preguntó de nuevo el chico más curioso que asustado.
  • Toloquetengas, venga – le apremió el asaltante, mientras ahora se pasaba la navaja de una mano a otra y se secaba el sudor de la palma en el pantalón.
La novia del chico se acercó más aún al ver el movimiento de la navaja que ahora se encontraba más cerca de ella.
  • ¿Pero tú estas loco? ¿Tú te crees que si tuviera pelas iba a estar aquí pelando la pava? ¡¡Con el frió que hace!!
  • Losanillos, lascadenas, loquesea, que tengoelmono y soy capaz de... de... venga.
El chico se levantó del banco y sacó el forro del bolsillo derecho con las llaves.
  • Mira tío, ves que no llevo nada ¿no? – le increpó al atracador – La cadena es de cuero y el reloj es de los que dan con el periódico.
El yonki se volvió rapido hacia la novia y le dijo:
  • Tú, losanillos, damelos.
La chica asustada intentó desprenderse de ellos pero nerviosismo no la dejaba quitarse ninguno.
  • Pero tío, no ves que son del mercaillo. – le contestó el chico- Si lo sabré yo que se los regalé.- Puso una mano en el hombro de la chica intentando tranquilizarla mientras miraba al yonki.
El asaltante, miraba de un lado a otro, volvía a cambiarse la navaja de mano y se secaba ahora la otra palma.
  • Mira tío – le dijo dando un paso hacia el atracador – fijaté en aquellos dos. El tío con un chaqueta de ante, y la niña pijita que no se ha quitado el uniforme del colegio. A esos le sacas lo que quieras pero es que nosotros estamos tiesos. Lo siento.
El yonki miró a la pareja que le señalaba y volvió la vista hasta sus primeros asaltados. Vaciló un momento y por fin se dirigió hacia la pareja de pijos.
  • Que miedo he pasado – dijo la chica al ver que se alejaba.
  • Venga Laura, rapidito que he cobrado hoy y no me he llegado al banco, pero como este tío se fije un poco mejor en tú anillo nos pincha, seguro.

Los dos dejaron rapidamente el banco y salieron del parque, mientras en el otro lado unos jóvenes bien vestidos levantaban las manos al ver una navaja.

3/7/15

Finish

Y ahora que en el sofá se dejó de follar,
empiezo a escribir el final
sin whisky y sin cogñac
todo lo que siento es una resaca fatal.

(O como empezar a desvariar con resaca.)


2/7/15

Los ruidos de la noche.

Me tiro encima del colchón. Hace varios días que la funda del nórdico, solo la funda, descansa a los pies de la cama. La sábana sigue con el embozo bajo la almohada. No tengo intención de echarla hacia atrás. La ventana está abierta. La persiana a media altura y la cortina deja pasar el aire, y el techo de los vecinos del cuarto en veinticinco centímetros que quedan para dejar que cualquiera de los pisos de enfrente , siempre a partir de la tercera planta, pueda asomarse a una parte de mi colchón. 
En mi lado de la cama, aún sigo diciendo mi lado de la cama, parece que entra algo de aire. En los tres últimos días ni aire, ni fresco, ni siquiera un olor a tierra mojada, o flores. Solo calor. Mucho calor es lo que ha entrado por la ventana los otros días. Pero la esperanza de dormir un día tranquilo seguimos poniéndola en la naturaleza, en la climatología, como si la meteorología tuviese algo que ver con ese puto insomnio que viene desde el otro lado de la cama. 
Cierro los ojos. Me concentro en dormir. Una oveja, dos ovejas. ¿quién fue el estúpido que empezó a contar borregos? ¿a quién le ha funcionado ese simpleza matemática ganadera alguna vez? Borro las ovejas de mi mente. Quizá... ¿Como era aquella canción? ¡Si, esa de Pabellón!  Una alemana me la meneaba en una tienda de campaña, y como venía que no me corría fue a llamar a otra alemana. Esua canción cantada con la música de aquel elefante que se balanceaba en tela de araña, consiguió meter en una tienda de campaña a una cantidad increible de germanas que masturbaban al tipo de pabellón. mochileras, porque lo suyo es que sean mochileras, en tiendas de campaña. Miro la luz del cuarto. Mis vecinos de enfrente aún no se han decidido irse a dormir. Me dan ganas de masturbarme. Puede que entonces duerma feliz. Duermo solo con un boxer.  Me lo quito, El ordenador sigue a mi lado, Demostrándome con su luz que además de insomne soy un inútil que está escribiendo tonterías. Me dan ganas de apagarlo, 
¡Eso si es digno de contar! No las putas ovejas. Me estoy empalmando pensando en alemanas
Desde la ventana un canto de chicharra en formato aparato de aire acondicionado con mas de treinta años, sonoriza la habitación. No para. Es continuo. También, mezclándose con la chicharra aérea, desde la otra habitación un ventilador sigue cansino girando a uno y otro lado. Como un partido de tenis nocturno al que hiciera mas emocionante soplar a la pelota. La chicharra y mi cabeza que no termina de acomodarse entre cojines. Unos vecinos, desconozco el origen, golpean rítmicamente el cabecero de su cama. Conozco baterías con menos ritmo que el que se empeñan en seguir estos vecinos. Y actores porno con menos aguante. (Supongo que serán los del primero. Aún mantienen la tónica de polvo diario con excepciones. La excepción suele ponerla un pequeñajo que llora. Hoy se mantiene callado, Los padres lo despertarán con sus golpes.)
En la planta cuarta, como un casillero de La rueda de la fortuna, se ilumina otra ventana. Otra mas grande, el salón, se apaga. Me gustaría mirar que hacen los vecinos del cuarto. Me gustaría entrar en su habitaciones como yo dejo esos veinticinco centímetros de ventana para que puedan curiosear en mi colchón. Pero hay poco que curiosear hoy. Un imbécil con portatil, un idiota que sigue machando el teclado escribiendo tonterías. Quizá... quizá sea necesario dejar de lado la pantalla. Quizá una página con rubias alemanas mochileras, hijas de Franciskaner, puedan entrar desde la pantalla del ordenador y terminar cerrando mis ojos. Encontrar el camino de Morfeo. 
Desde mi lado de la cama un pie se atreve a cruzar una frontera imaginada. Su lado de la cama, aún sigo diciendo su lado de la cama, ha sido tomado por parte de mi pantorrilla. ¿Como se dormirá con la cabeza en su almohada? ¿Y si parte del cuerpo lo traslado a ese terreno fronterizo? Y si.. y si soy capaz de borrar las fronteras y me coloco en medio. Con mi pierna izquierda, mi brazo izquierdo, mi costillar izquierdo en el lado de ella, El resto descansa en su lugar habitual, la carne no entiende de fronteras y por primera vez un bostezo se apodera de la cama. 
Dormir, debería dormir. ¿Como era? Si. Una alemana me la meneaba... No llego a mas de tres alemanas. Ahora si, la excitación ha sido general. Ha dejado de sonar el golpeo de los vecinos del primero. No, no puede ser. el pequeñajo llora, nadie que le haga callar. Los padres estarán colocándose un camiseta, un pijama, pocos se atreven a ir desnudos de sexo a apaciguar a su bebe. 
El bebé deja de llorar y mis alemanas se han ido, a la misma velocidad que mi erección. Aunque Morfeo parece que está entrando con el bóreas de Sierra Morena. 
Puede que esté llegando la hora de cerrar el portátil, mañana llegará la de arrepentirse de esta entrada. .

1/7/15

Sellar Contador.

Escribo mientras espero que venga el tipo de la luz. ¡Las siete y cuarto! Me dijeron. Ya pasan mas de quince minutos y no aparece. Estoy sin duchar, y miro constantemente el reloj. En menos de hora y media tengo que empezar a trabajar. Mi nene está frito en su habitación. Ayer se empeñó en ver la final completa de MasterChef. (No se como lo hago que ya me he visto dos finales de esta gente que y no me entusiasma.) La bicicleta está en medio del salón. Como si tuviese tanta prisa como yo en salir para el curro. 
Sigue sin aparecer el tipo. Voy por el segundo café. El móvil ha sonado dos veces con las alarmas que tengo puestas para no despistarme de todo lo que queda por hacer. Hoy sonará mucho mas con la música de M-Clan esa de ...

¡Coño! Ni tres minutos ha tardado el tipo. 

Nos vemos. Voy a la ducha de cabeza.